jueves, 15 de marzo de 2012

Afrontar la pérdida de un ser querido

Difícil situación la de explicar a un niño la muerte de un ser querido, sobre todo si es cercano y compartía su vida cotidiana.

En agosto falleció mi abuelo. Vivía en un pueblo pero le íbamos a visitar a menudo. Sergio le quería un montón y el abuelo a él.

Cuando falleció nos encontrábamos de vacaciones. Así que ese mismo día tuvimos que volver a casa.

Os podeis imaginar qué rato de nervios y stress pasamos. Todo esto acompañado de una angustia terrible por la pérdida de un familiar tan querido.

Pensé en explicárselo a Sergio al llegar a casa, cuando me hubiera calmado un poquito. Pero él mismo vió que algo pasaba, que en vez de bajar a la piscina estaba haciendo las maletas, metiéndolo todo como fuera porque la cabeza no me daba en ese momento ni para pensar.

Así que hice un parón, me senté con él en el sofá y le dije que teníamos que volver para despedirnos del abuelito porque se había ido al cielo.

Me decidí por la verdad. Le dije que era cierto que yo estaba muy triste porque no iba a ver al abuelito nunca más. Pero que también estaba inmensamente contenta porque él ya no tenía “pupines” y por fín podía volver a sonreir. Para tranquilizarle le hablé de que ahora estaría con la abuela y que ella también estaría contenta porque ya hacía tiempo que le esperaba.

Se lo tomó muy bien.

Al llegar al tanatorio dudamos entre dejarle entrar o no. Al final, después de respirar muchas veces muy hondo para que no me pudiera la congoja entré con él y, al ver a su bisabuelo, le miró con toda la normalidad del mundo y dijo: shhhh, el abuelo está durmiendo.

Los siguientes meses hubo dos ocasiones en las que de camino al pueblo me dijo que a ver cuándo llegábamos, que el abuelo nos estaría esperando.

No sé hasta qué punto entendió el sentido de la muerte o si quizás lo preguntaba porque en su interior deseaba que todo volviera a ser como antes y que el abuelo verdaderamente nos estuviera esperando con su boina, su bastón y una sonrisa de oreja a oreja. Algo que todos añoramos, pequeños y mayores.

Aunque tengan poca edad me parece imprescindible contarles la verdad. Por supuesto, de una manera que ellos puedan más o menos comprender.

También creo que es necesario hablar de ello de vez en cuando porque aunque no hagan preguntas no significa que no las tengan. A mí aún se me escapan las lágrimas y no oculto mis emociones delante de él, pero sin dramatizar ni asustarle.

Una gran ayuda es ver las fotos y decirle que no se ha ido del todo, que nos quedan los recuerdos de los momentos vividos con él, que mientras le recordemos estará vivo en nuestro interior.

Os dejo un cuento que me ha gustado mucho y que seguro que ayuda a afrontar la muerte de un ser querido.

BUSCANDO ESTRELLAS

Carlos había oido a su abuelito contar aquella historia muchas veces:

“-El alma de cada uno de nosotros es un bicho inquieto. Siempre está buscando estar alegre y ser más feliz. ¿lo notas? esas ganas de sonreir, de pasarlo bien y ser feliz, son la señal de que tu alma siempre está buscando. Pero claro, como las almas no tienen patas, necesitan que les lleven de un sitio a otro para poder buscar, y por eso viven dentro de un cuerpecito como el tuyo y como el mío..
- ¿Y nunca se escapan?- preguntaba siempre Carlos.
- ¡Claro que sí!- decía el abuelo- Las almas llevan muy poquito tiempo dentro del cuerpo, cuando se dan cuenta de que el sitio en el que mejor se está es el Cielo. Así que desde que somos muy pequeñitos, nuestras almas sólo están pensando en ir al cielo y buscando la forma de llegar allí.
- ¿Y cómo van al cielo? ¿volando?
- ¡Pues claro! – decía alegre el abuelito.- Por eso tienen que cambiar de transporte, y en cuanto ven una estrella que va al cielo, pegan un gran salto y dejan el cuerpo tirado.
- ¿Tirado? ¿Y ya no se mueve más?
- Ni un poquito. Aquí decimos que se ha muerto y nos da pena, porque son nuestras almas las que dan vida a los cuerpos y hacen que queramos a las personas. Pero ya te digo que son bichos muy inquietos, y por eso en cuanto encuentran su estrella se van sin preocuparse. Muchas almas tardan mucho tiempo en encontrarla, ¡fíjate yo qué viejecito soy! Mi alma lleva buscando su estrella muchísimos años, y aún no he tenido suerte. Pero algunas almas, las que hacen los niños más buenos o los mejores papás, también saben buscar mejor, y por eso encuentran su estrella mucho antes y nos dejan.
- ¿Y yo tengo alma? ¿Está buscando su estrella?
- Sí Carlitos. Tú eres tu alma. Y el día que encuentres tu estrella, te olvidarás de nosotros y te irás al cielo, a pasártelo genial con las almas de todos los que ya están allí.
Y entonces Carlitos dejaba tranquilo al abuelo y se iba alegre a buscar una estrellita cerca del río, porque en toda la pradera no había mejor sitio para esconderse.”

Por eso el día que el abuelo les dejó, Carlos lloró sólo un poquito. Le daba pena no volver a ver a su abuelito ni escuchar sus historias, pero se alegraba de que por fin el alma del abuelo hubiera tenido suerte, y hubiera encontrado su estrella después de tanto tiempo.
Y sonreía al pensar que la encontró mientras paseaba junto al río, donde tantas y tantas veces había buscado él la suya…

Autor: Pedro Pablo Sacristán

Fuente: http://conmama.net/2012/03/14/afrontar-la-perdida-de-un-ser-querido/

1 comentario:

  1. Son situaciones muy difíciles que pueden darse, lo mejor es como dices ser sinceros ya que los niños por mas chicos que sean se dan cuenta que algo pasa

    http://www.bebeslectores.com

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